Como ves, vine a buscarte
en el frío vaho de este otoño gélido y cruel.
Vine contento
de saberte en pie de guerra
con esa paz tan dulce entre los labios,
de beber tu presencia
que me hace verdaderamente cierto,
de entregarte la pulpa
de unas pocas palabras sin aliento
para que nunca olvides
hasta dónde me importas.
Vine a gritar que te quiero,
a enredar mis raíces en tus brazos,
a coser mis cicatrices
con tus ramas y
beberme tu savia de sabia esencia.
Vine a sellar este pacto de sangre
en el agua ferviente de un poema,
para que nunca dudes
de dónde tienes tu familia.
Vine a decirte al oído
que aunque duerma como un tronco,
en mi corteza se ha grabado
tu nombre para siempre
y que te guardo infinitas primaveras
en mis hojas nuevas
para abrigar tus otoños.