jueves, 10 de diciembre de 2009

Esloultimo

Ayer fui a esta tienda de Barcelona, no sé si la conoces, tienes que pedir hora para visitarla, te prometen artículos a la última moda y que los tendrás a tu alcance. A ver, evidentemente, cuando fui, pensé, seguro que hay alguna cosilla más baratilla, pero nada del otro mundo.
Pues ni eso, era una especie de mini súper en el que no había más de 30 productos (de los que puedes coger 5) y sus precios en el mercado deben de rondar los 2 euros como máximo.
Cuando entras en la tienda te encuentras con una dependienta poco agradable que te pide todos tus datos, si no se los quieres darlos todos te contesta que tú misma (bueno, igual viene un tío estilo Rambo y me amenaza, pero no me pasó nada). Además, tienes que pagar 5 euros, que será el importe de tus 5 objetos.
Cogí un zumo de frutas, pasta congelada de una marca desconocida, chocolate para hacer en el microondas, caldo de pollo y algodones desmaquillantes. Nada que no encuentre en cualquier supermercado y podría elegir qué quiero, porque allí nadie me obliga a pagar primero y, es más, tienen más variedad.
Salí muy decepcionada. En la salida, a la hora de pasar los productos por caja, para darlos de baja, supongo, otra chica, nada simpática, nos atendió (por poner un verbo, que a esta le queda mejor desatender, pero qué le vamos a hacer, hasta ahí no me había hecho nada). Esta chica, que desprendía un profundo odio por su trabajo, fue víctima de una pregunta: ¿cómo puedo dar de baja mis datos, los cuatro que he dado? Su respuesta fue muy clara y concisa: no lo sé. Yo, ahí, me puse a reír, pensé que era una broma, insistí un poco, pidiéndole que lo preguntara, me contestó que esperara un momento, se dio la vuelta y se puso a consultar en una página web que accesorio le quedaría mejor si se lo comprara. Me quedé con la boca abierta, sorprendida, esperando que el gurú de la moda la inspirara y encontrara una respuesta. No fue así.
Dirigí mi mirada a lo que parecía una encargada y me preguntó qué me pasaba. Le hice la misma pregunta que a la otra (¿ha sonado despectivo? es que lo pretendía) y me contestó que no había problema, me facilitó tres alternativas sobre cómo hacerlo. Creo que se tarda menos haciendo tu trabajo que jodiendo al prójimo, pero ei, es una opinión, cada uno a lo suyo.
Antes de irme le comenté a la encargada que esa chica me había tratado muy mal (cosa que ya sabía) y que pensaba que igual deberían hacer algo (no me refería a matarla, aunque la imagen me ha rondado por la cabeza, sólo un toquecito de jefe advirtiéndole de que eso era un trabajo, y que su trabajo consistía en atender cortesmente a la gente). La encargada me contestó que ya lo sabía, y puso cara de: y qué le puedo hacer. Pues nada, hija, tú trabaja más que la otra seguirá cobrando, es que igual era la hija del jefe, y el jefe lleva muy mal sus negocios.
Bueno, en resumen, que la tienda me pareció un timo en toda regla. No os recomiendo la experiencia, casi mejor ir al súper y os compráis lo que os apetezca, sin presiones.

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